“Guardiola es el entrenador más pragmático que conozco. Ganó más de la mitad de los títulos que disputó” (Jorge Valdano).
Allá por el S. VII A.C Tales de Mileto en lo que entonces era el Imperio Griego (hoy situado en la costa Occidental de Turquía), percibió la importancia de comprender y estudiar el funcionamiento de aspectos cruciales de la vida, su esencia, las causas, comportamientos y acontecimientos en relación al hombre (inclúyase también al género femenino) y el universo. Siglos después esta corriente de pensamiento se convirtió en una ciencia, LA FILOSOFÍA, que se configuró por encima de sociedades, naciones y culturas dando forma a aquello que nos rodea en busca de un sentido crítico y reflexivo que nos permita comprender y cuestionarnos el porqué de todo lo que conforma nuestro día a día, desde los fundamentos más superficiales hasta los más profundos. Hoy inmersos en el Siglo XXI, caracterizado por la opacidad de lo instantáneo, el fragor de la imagen y el sórdido ruido de la muchedumbre que anda enardecida, avistamos también en esa ciencia, LA FILOSOFÍA, una manera de comprender aquello que sucede en un juego tan irreductible como el propio universo al que hacía referencia Tales, el fútbol. Resulta en este sentido paradójico el menoscabo y uso de los atributos de esta ciencia para descalificar la labor de ciertos entrenadores que pretenden, más allá de disponer a sus jugadores en el terreno de juego, buscar las esencias e incertidumbres de este cuestionándose los porqués de lo hasta ahora seguido como precepto. La innovación requiere de una disrupción, de planteamientos distintos para problemas divergentes. El fútbol de hoy en día no es el mismo que el de hace 20 años, hasta las propias reglas del juego han cambiado. La mutación es constante. La innovación no es una moda, es una necesidad inherente a un deporte que está en constante progreso. No se trata de cambiar porque sí, se trata de ajustar la evolución a los nuevos tiempos y requerimientos. Puedes actualizarte o vivir eternamente en tus certezas. Cuanto más sé, me doy cuenta de que menos conozco.
En este proceso de innovación constante y ya no mediante la propia ciencia que se sitúa en la vanguardia anticipando lo que posteriormente se desarrolla en la praxis, quiero destacar la figura de Pep Guardiola, como representante de una FILOSOFÍA, que otros muchos también representan desde su espacio más o menos ancho y probablemente sin tanta repercusión como el actual entrenador del Manchester City. Con Pep y a través de Pep, se concibe un nuevo paradigma a la hora de entender y desarrollar el juego. Los cabos que había amarrados a las viejas creencias sobre lo que se debía o no hacer en este deporte o las funciones de cada jugador, se quedaron en el aire. El tablero de ajedrez cobra vida y las piezas dispuestas en el tablero como entes inteligentes y autónomos se reorganizan en función de los requerimientos espontáneos del propio deporte. Simplificar el fútbol a una pizarra o un tablero de ajedrez es tan alejado de la realidad como decir que a la estructura del equipo se ve encorsetada por un sistema de juego. El pitido inicial crea el caos y el desgobierno y en él, hay que buscar mecanismos para la asociación entre las piezas, la creación de ventajas en calidad y cantidad basadas en tus propias fortalezas y en las oportunidades que el contrincante nos brinda. En este sentido el proceso creador de Guardiola es constante, desde el falso 9 en el FC. Barcelona hasta el juego asociativo con los laterales convertidos en interiores en Múnich. En decir, la innovación disruptiva como tratamiento y no como síntoma. Crear por convicción y necesidad. Buscar una mejora constante en la evolución de los matices que ofrece este juego. Se nos juzgará por el resultado, lo queramos o no, así que nos esforzaremos en incrementar las probabilidades de alcanzarlo, pero a nuestra manera. Tal y como uno lo siente, en lo que cree y como lo vive.
El tablero de ajedrez está dispuesto y las fichas aparecen bien ordenadas ante el movimiento inicial, una apertura con uno de los peones influirá en la defensa de nuestro rey. La reorganización de las piezas en busca del objetivo común es la estrella que nos guía en este proceso. Cómo seamos capaces de intervenir, utilizando una estrategia, plan o sistema es parte del propio juego. Por suerte, las piezas del tablero en el césped tienen vida propia y no se ven en el corsé de una casilla, la amplitud de posibilidades, movimientos y decisiones es prácticamente infinita. Entrenar para acomodar esas opciones de movimiento sometidas a un plan que desestabilice al rey opuesto, de eso se trata. Para eso entrenamos. El juego de posición que propone Pep no es una cuestión de romanticismo, busca ganar, es la elaboración de un plan de acción que nos aproximará a la victoria, es un muestrario de recursos que permite a los jugadores encontrar certezas en las acciones de sus compañeros.
En definitiva, hipotecarnos por la habitual mezquindad de lo que dicta sólo el resultado final es peligroso y contraproducente a medio plazo, estamos jugando sin red. Ser capaces de traspasar por encima de él, apoyados en una filosofía de acción sobre lo que quieres que tu equipo sea capaz de hacer, visualizando cuáles serán las claves del próximo partido o cómo vas a explotar las debilidades del rival. El proceso por delante del producto. Asumamos que las herramientas son las que son y entendamos que eso también es parte del juego.
Firmado: Dr. Iván Rivilla
Puedes compartir este post en twitter, facebook o instagram
“El fútbol es un deporte en el que se piensa con los pies y se juega con la cabeza”